Percibía las sensaciones de la leña
crepitando en la chimenea, el olor a roble del suelo y los muebles
impregnaba mientras el jabón de las sábanas me recordaban a las
flores que podía contemplar desde mi ventana. En algún lugar de
este mundo había perdido la noción del tiempo, el espacio y de mi
mismo. Me hallaba allí arrojado como si fuera un muerto en vida,
algo que sin duda era. No recordaba mi nombre, sólo que una vez tuve
uno, y mi cuerpo dolía como si las ascuas vivas de la chimenea me
acariciaran. Los largos cabellos negros que cubrían la almohada
debía reconocerlos, pero ciertamente de no ser que estaban atados a
mi cabeza hubiera supuesto que eran de otro. Mis manos estaban
colocadas con la palma impuesta hacia el colchón, quise mover los
dedos pero no podía. Todo mi cuerpo parecía pesado y ligero al
mismo tiempo. Mis ojos inspeccionaban inquieto los recuerdos alojados
en las paredes, como si hubieran sido colocados con cuidado para que
yo reaccionara.
-Vaya, ya has despertado.-una voz
femenina cubrió el silencio arropándolo con un suave y dulce tono
de voz.-No esperaba que lo hicieras, realmente no esperaba siquiera
que respiraras un día más.-se acercó a mi conmovida y llena de
esperanzas que fueron desvaneciéndose a medida que yo no
reaccionaba.-¿Recuerdas quién soy?-no pude negar porque mi cuerpo
era el de una marioneta sin hilos.-Mi ángel, ¿recuerdas quién
soy?-acariciaba mi rostro suavemente y sonreía de forma amarga.
Sus ojos eran enormes y profundos,
tenía unas pestañas pobladas y rizadas de color dorado, sus
cabellos eran rubios y caían sobre su espalda aunque ya poseía
alguna cana que denotaba que estaba envejeciendo. Su cuerpo era
delgado, o más que delgado seco, mientras que sus manos eran suaves
aunque sus arrugas fueron arrojándose sobre sus dedos
aprisionándolos con deseo y gula.
-Mi dulce ángel.-susurró inclinándose
para besar mi frente.
Recordé los besos, pero no a ella. Más
bien recordé la calidez que unos besos similares recorrían mi
frente, la misma que puede sentir un niño que duerme en su cuna
plácidamente. Eran los besos de una madre, la cual parecía abnegada
y llena de esperanzas. No quería rendirse y proseguía con sus
preguntas.
-¿No recuerdas mis besos?-preguntó
tomando mi mano derecha entre las suyas.-¿París? ¿Londres?
¿Recuerdas al menos la nieve?-dijo con dulzura.-No envejeces y yo
pierdo la esperanza, porque sí lo hago mientras que tú sigues
hermético.-comentó desolada.-Al menos has abierto los ojos una vez
más, hace más de cincuenta años que esperaba que lo
hicieras.-apretó mi mano mientras sus ojos se cerraban intentando
aguantar las lágrimas, las cuales terminaron derramándose por sus
mejillas hasta sus labios.-¿Qué es lo que viste para quedar de este
modo? ¿Qué te pasó en aquella guerra?-se apartó de mi gritando
llena de dolor, cayendo sobre el suelo mientras sollozaba.
Pasaron así horas escuchando sus
quebrantos, la historia de un hombre que al parecer la había deseado
y tocado con lujuria, el mismo que yacía sobre la cama sin
reconocerla mientras fuera seguía la vida y dentro se mantenían los
recuerdos de alguien que ya no era él sino yo.
De eso hace más de diez años, ella
repite sus preguntas cada mañana mientras espera que un nuevo
milagro ocurra. Realmente no recuerdo siquiera su nombre, ni ella ha
sido capaz de decirlo. Tampoco sé el mío, porque nunca se ha
dirigido a mi a no ser por apelativos que únicamente se le da a un
hombre que ha compartido lecho. La que una vez pensé que era mi
madre sin duda era mi esposa. Decía que yo era un ángel, realmente
un ángel, pero que ella sólo era una hechicera que perdía el
juicio al ver que yo ni siquiera era capaz de preguntar por el hijo
que nunca tuvimos.
Esta noche se ha ido y dice que no regresará, no puede atenderme porque su corazón se agrieta y de alguna forma el mío siente que pierde algo que jamás supo apreciar realmente. ¿Habrá llegado mi final? ¿Qué vi realmente en aquel lugar? Ni siquiera puedo detenerla, sólo veo como su frágil cuerpo se va consumiendo mientras se aleja hasta la puerta que jamás volverá a abrirse.
------------------Silencio--------------------
Silencio es un texto sin principio ni final, realizado íntegramente con personajes que no existen aunque muestran una realidad. Los ángeles pueden perder la memoria, igual que otras razas, e incluso pueden ser lesionados. También habla del corazón que se fractura, los ángeles como los demonios poseen un corazón de mineral y no uno que sea realmente un músculo.
El creador de este texto es el usuario de Caim.
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-BeyondHellRPG-
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