martes, 14 de agosto de 2012

Ileana y Volac




Las risas de Ileana se mezclaban con las notas del minué que llegaba hasta su habitación, debería estar entre las suaves sedas de su lecho y los almohadones de plumas de ganso, pero le encantaban girar y girar por toda la habitación trayendo encima el nuevo vestido que su madre le había encargado. La falda era abultada y pesada, dándole impulso con cada vuelta, obligándola a luchar por mantener el equilibrio, sin embargo parecía divertida mientras giraba aun más a prisa hasta aterrizar estrepitosamente sobre la cama.

Se tomó un momento para recobrar el aliento, mientras fantaseaba con bajar las escaleras dobles del gran salón y dejar a todas las damas y caballeros boquiabiertos por su delicado traje, su perfecto peinado y la absoluta gracia de sus movimientos. Tuvo que reírse ella misma de lo disparatado de su ocurrencia, lo cierto es que su institutriz la reñía constantemente por no ser capaz de caminar lo bastante recta, ni lo bastante despacio, ni con la suficiente delicadeza y aunque aquel vestido era magnifico, confeccionado por la mejor modista de la Ciudad Luz, de un suave lavanda con botones de amatista, brocados con detalles en hilos de oro e incluso contaba con una capa a juego, no iba a impresionar a nadie con sus obscuros rizos en completo desorden y sus movimientos de peonza girando fuera de control.

“Se paciente abejita te prometo que cuando tengas la suficiente edad podrás destrozarte los pies en cuantos bailes desees” le había dicho su madre cuando le suplico que la dejase asistir esa noche. Ileana considero una pena tener un guardarropa que podría rivalizar con el de cualquier mimada princesa y no poder enseñarlo en ninguna ocasión adecuada, sus compañeras de juego, las hijas de los socios de su padre, estaban muertas de celos y tenía que admitir que le encantaba ver como se ponían verdes de la envidia cada vez que estrenaba una nueva pieza, la llamaban “marimacho” y por lo bajo comentaban que sus modales no eran mejores que los de una criada, la joven tuvo que preguntarse si tendrían el valor de decir tales cosas si supieran que podía oírlas perfectamente aun cuando se sentasen estratégicamente a metros de distancia, si esas niñas supiesen siquiera la mitad de cosas que ella podía hacer seguramente jamás siquiera la mirarían con aquel brillo de desprecio en sus muy humanos ojos…

Se levantó y fue a mirarse en el espejo de su tocador, abriendo la boca para echarle un vistazo a sus colmillos, empezaban a estar un poco largos de nuevo, la idea de que pronto tendría que hacer limarlos la hizo estremecer, gastar sus colmillos era desagradable y doloroso, dejaba sus dientes sensibles, pero sus padres aseguraban que era absolutamente necesario para ellos que habían elegido vivir entre humanos, aquel pensamiento la llevo a comprobar por milésima vez sólo esa tarde, los tres pequeños frascos nacarados que tenía allí, eran sólo tres días de sol, nunca había tenido tan pocos días de reserva y eso le preocupaba, sus padre le aseguraron que pronto habría más, que el poderoso elixir debía ser traído de muy lejos y que la carga estaba retrasada, pero había algo en lo profundo de las pupilas castañas de su padre que le decía que mentía.

Sacudió sus manos frente a su rostro como si con ello pudiese espantar las preocupaciones, necesitaba ocuparse en cosas más alegres, sea lo que sea que sucediese su padre lo resolvería. Recupero su sonrisa a tiempo de divisar sobre una silla un bufón con cuerpo de paño y cabeza de porcelana pintada a mano.

- ¿Qué dijo caballero? ¿Desea que le conceda esta pieza? – interrogó al inanimado muñeco pero cuando extendió su mano para tomarlo de pronto sintió su palma hacer contacto con otra piel, ante sus sorprendidos ojos se materializo un apuesto joven.

- Será un placer – dijo antes de inclinarse y besar sus nudillos, el corazón le dio un vuelco a la joven que no llegaba ni a los hombros del caballero ataviado impecablemente a la moda con una levita que se ceñía a su juvenil y atlético cuerpo.

Ileana quizás debería haber gritado y correr tan lejos como pudiera, eso sin duda hubiese sido lo más prudente, pero cuando aquel misterioso caballero le sonrío, lucía tan cándido y encantador que no pudo pensar en otra cosa que aceptar su invitación a danzar. Se movieron al centro de la habitación y el coloco una de sus manos en torno a su cintura haciendo que se ruborizara, lo que sonaba ya no era un minué sino un vals apenas se daba cuenta de ello. Esbozo una torpe sonrisa y la diversión brillo en las claras pupilas ajenas.

Empezaron a deslizarse de un lado a otro y aunque ella le dio más de un pisotón su compañero no pareció notarlo para su alivio, quizás no tenía los pies de plomo que su instructor aseguraba.

Cuando Volac llego a aquel sitio, la casa de uno de sus “ex” protegidos se sintió lo bastante indignado al ver aquella ostentación descarada de riqueza cuando todo aquello fue un regalo suyo, de su guía, de sus consejos y la concienzuda eliminación de todos los obstáculos que se interponían en el camino de aquel bastardo vampiro que no era más que un roñoso chiquillo cuando lo saco de las pestilentes cloacas y lo cubrió de riquezas.

No obstante, con todo y lo que había hecho, aquel insensato se creyó capaz de prescindir de él, años de planeación fueron mandados por el drenaje cuando el torpe colmillos limados cambio el rumbo de las negociaciones, todo por una absurda ambición, los beneficios económicos eran buenos, pero jamás fueron el propósito real de sus maquinaciones, Doru en cambio hizo oídos sordos a sus indicaciones para aumentar sus riquezas, eso lo molesto hasta lo indecible, siendo un presidente de Hell-X el demonio no toleraba la insubordinación, tampoco podía permitirla o dejar de castigarla, por insignificante que fuese el desaire.

Su plan inicial era destartalar aquel frágil castillo de naipes, lo hubiese hecho perder toda su fortuna, sus propiedades, su bella esposa y hasta su perro, pero de pronto una venganza más dulce se gesto en su mente cuando la alegre risa de la bella niña, porque eso era, una niña que no debía tener más de trece primaveras, lo invito a observarla a través de su ventana.

Ileana aún no poseía los atributos adecuados para despertar en el apetitos carnales, pero no era ciego a la promesa de belleza que contenían sus rasgos, cuando la madurez le diese curvas, pocos serían los hombres que pudiesen sacarla de sus fantasías más sucias, si lo meditaba era incluso una justa compensación a sus esfuerzos, el tesoro más preciado de Doru como pago por toda su invaluable ayuda.

El cuerpo de la chica se iba relajando cada vez más mientras bailaban, sus pasos eran más torpes, se movía arrastrando los pies mientras sus parpados insistían en cerrarse, aunque lucho por seguir despierta en algún momento la obscuridad la reclamo.

Durante dos días completos permaneció sumida en un profundo sueño, al despertar lo primero que noto fue la roca fría bajo su cuerpo, estaba obscuro pero no fue un problema ya que sus ojos de vampiro penetraban con facilidad la tiniebla, fue así como descubrió que se hallaba en una pequeña celda carente de muebles o cualquier otra cosa. Desesperada corrió a la puerta y la golpeo con sus puños mientras pedía a gritos que la liberarán, pero nadie vino, siquiera para explicarle el motivo de su encierro.

Horas más tarde estaba demasiado agotada, los días que había dormido no recibió ninguna dosis de sangre y siendo tan joven necesitaba alimentarse con regularidad, sin sangre no aguantaría mucho allí abajo. Sollozando hecha un ovillo en un rincón, la joven se preguntaba que podría haber ocurrido, recordaba el baile, estar en su habitación y entonces haber soñado con un joven pero nada más. El hambre no le dejaba pensar con claridad, desde su nacimiento sus padres no le habían hecho faltar ni por unas horas el alimento, tener el estomago vacio era una novedad nada grata y horrible que le hizo preguntarse si quien sea que la hubiese traído allí pensaba dejar que muriera de inanición.

Pero no fue así, finalmente alguien vino, alguien que ignoro sus renovadas suplicas pero le hizo pasar en una abollada taza de lata, una espesa y obscura sangre que al probar era tan acida y horrible que le hizo lagrimear los ojos, enfadada e histérica arrojo la taza contra la pared que quedo salpicada con su contenido.

El tercer día la rutina se repitió, pero esta vez su hambre era tanta que soporto el horrible sabor y bebió aquella sangre hasta la última gota, cada día recibió una dosis similar, siempre que se alimentaba sentía nauseas y el sabor se le pegaba a la boca por horas, pero mantenía la esperarse de volver pronto a casa, lavarse, ponerse un bonito vestido de brillante color, hacerse un moño en el cabello y bajar a cenar al comedor donde estarían su padre y su madre, tan hermosos y perfectos, saboreando con cuidado la sangre de algún joven humano mientras conversaban despreocupadamente de los muchos eventos sociales a los que estaban comprometidos.

Esa feliz fantasía se fue desdibujando a lo largo de los meses, mientras más tiempo pasaba en reclusión más irreal parecía todo su pasado, ella ya no lloraba ni suplicaba, entendió que era inútil, a nadie le importaban sus lagrimas ni sus ruegos.

Cinco años más transcurrieron, Volac que era un ocupado gobernante de sus tierras se había olvidado casi al primer día de traerla, de la joven Ileana, sus sirvientes se ocupaban de ella por inercia, movidos por las instrucciones que dio la noche en que la deposito en la lúgubre celda. Pero mientras cenaba tranquilamente noto como uno se revolvía las manos y lo miraba fijamente, aquel comportamiento lo molesto y le descompuso por completo el apetito, estiro bruscamente una copa repleta de vino y bebió de esta para hacer pasar el alimento que de pronto se volvió inapetecible.

- Quieres decirme algo insecto inútil… habla de una vez antes de que consigas estropear del todo mi humor – exigió usándolo de diana para su copa ya vacía, acertando la cabeza del sirviente lo que le saco un sonrisa y restableció parte de su humor.

- Mi señor Volac – dijo haciendo una reverencia tal que se arrodillo incluso y su cabeza toco la baldosa, el presidente no toleraba menos de demonios tan inferiores a él, los únicos que podían dirigirle la palabra cara a cara eran los informantes y los otros presidentes – por cinco años me he ocupado de la prisionera mi señor, era una niña cuando llego y ahora es una mujer, mi señor no ha deseado saber de ella en todos estos años, y me pregunto, humildemente, si mi amo me permitiría conservarla para mi mismo, mi propia sangre la ha alimentado, pero no ha bebido de la vena aún, deseo su permiso para hacer que tome de mi y se detenga finalmente su envejecimiento.

Se hizo el silencio en toda la sala, Volac observaba impasible a su encorvado sirviente quien no había dejado la posición asumida al no tener su permiso para hacerlo, parecía estar meditando la petición, pero en realidad trataba de recordar de que le estaba hablando aquella inútil criatura.

Le tomó unos minutos, pero al final la risa suave tintineo en sus tímpanos y recordó el vuelo de un vestido lavanda ondeando alrededor de la figura menuda de su dueña. Se levanto bruscamente haciendo las patas de la mesa dejar un feo rayón sobre su impecable piso y las copas y otras cosa volcarse sobre esta, inmediatamente se dirigió a los calabozos quedando toda la servidumbre congelada en la sala a espera de su permiso para abandonar sus posiciones y volver a sus quehaceres.

Pudo observarla a través de la abertura en la puerta, estaba acurrucada en un rincón contra la pared, de su vestido sólo quedaban sucios harapos que poco o nada cubrían la femenina figura que había adquirido, dando un vistazo apreciativo a las tentadoras piernas de la muchacha pudo entender de donde su sirviente obtuvo el valor para hacerle una petición tan osada.

Abrió la celda y entro lentamente, no quería asustarla más de lo necesario, ante el sonido ella alzo su rostro, pero la luz que entraba a la celda la cegó e hizo que se cubriese la cara con las manos, aun así el breve instante en que vislumbro sus facciones le sirvió al demonio para saber que no se equivoco en su apreciación, Ileana se había vuelto hermosa, incluso sucia y mal alimentada era capaz de quitarle el aliento a un hombre.

- Tranquila bebe, el príncipe Volac ha venido a sacarte de tu encierro – anunció presuntuosamente mientras se aproximaba a la chica.

El presidente estaba acostumbrado a ser venerado y obedecido, ni las bestias se animaban a actuar en su contra, por eso quizás no pudo prever el momento en que la chica dejo de estar acurrucada y salto sobre el mordiendo salvajemente su rostro. Cayo al suelo más sorprendido que realmente lastimado, pero Ileana no se quedo quieta a observar los estragos, escapo a través de la puerta que por años la mantuvo confinada.

- ¡ILEANAAA! – grito Volac apresurándose a tratar de seguirla, pero sólo alcanzo a ver como la joven desaparecía en la espesura que rodeaba su castillo.

Desde entonces Volac busca a la hermosa fugitiva, aun cuando nadie cree que una vampiresa pudiese sobrevivir sola a las bestias que deambulan por los bosques de Hell-X, el demonio está decidido a recuperar aquello que considera suyo y a castigar a quien lo ha privado de ello, la propia Ileana que le hizo sentir sus colmillos de un modo nada placentero, domaría a la pequeña fiera, entonces ella estaría a sus pies y el orden de cómo debían ser las cosas estaría reparado.  


-----------------Ileana y Volac-------Aclaración------------

Es una historia elaborada por Andruw, usuaria de Leviathan y administradora de Beyond Hell. 

Volac es un personaje Canon que aún no ha sido tomado, aunque es un Príncipe (Presidente Infernal) que podría ser apetitoso.

La imagen representativa de Volac es Leonardo Di Caprio en los inicios de su carrera.

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