Las risas de Ileana se mezclaban con
las notas del minué que llegaba hasta su habitación, debería estar
entre las suaves sedas de su lecho y los almohadones de plumas de
ganso, pero le encantaban girar y girar por toda la habitación
trayendo encima el nuevo vestido que su madre le había encargado. La
falda era abultada y pesada, dándole impulso con cada vuelta,
obligándola a luchar por mantener el equilibrio, sin embargo parecía
divertida mientras giraba aun más a prisa hasta aterrizar
estrepitosamente sobre la cama.
Se tomó un momento para recobrar el
aliento, mientras fantaseaba con bajar las escaleras dobles del gran
salón y dejar a todas las damas y caballeros boquiabiertos por su
delicado traje, su perfecto peinado y la absoluta gracia de sus
movimientos. Tuvo que reírse ella misma de lo disparatado de su
ocurrencia, lo cierto es que su institutriz la reñía constantemente
por no ser capaz de caminar lo bastante recta, ni lo bastante
despacio, ni con la suficiente delicadeza y aunque aquel vestido era
magnifico, confeccionado por la mejor modista de la Ciudad Luz, de un
suave lavanda con botones de amatista, brocados con detalles en hilos
de oro e incluso contaba con una capa a juego, no iba a impresionar a
nadie con sus obscuros rizos en completo desorden y sus movimientos
de peonza girando fuera de control.
“Se paciente abejita te prometo que
cuando tengas la suficiente edad podrás destrozarte los pies en
cuantos bailes desees” le había dicho su madre cuando le suplico
que la dejase asistir esa noche. Ileana considero una pena tener un
guardarropa que podría rivalizar con el de cualquier mimada princesa
y no poder enseñarlo en ninguna ocasión adecuada, sus compañeras
de juego, las hijas de los socios de su padre, estaban muertas de
celos y tenía que admitir que le encantaba ver como se ponían
verdes de la envidia cada vez que estrenaba una nueva pieza, la
llamaban “marimacho” y por lo bajo comentaban que sus modales no
eran mejores que los de una criada, la joven tuvo que preguntarse si
tendrían el valor de decir tales cosas si supieran que podía oírlas
perfectamente aun cuando se sentasen estratégicamente a metros de
distancia, si esas niñas supiesen siquiera la mitad de cosas que
ella podía hacer seguramente jamás siquiera la mirarían con aquel
brillo de desprecio en sus muy humanos ojos…
Se levantó y fue a mirarse en el
espejo de su tocador, abriendo la boca para echarle un vistazo a sus
colmillos, empezaban a estar un poco largos de nuevo, la idea de que
pronto tendría que hacer limarlos la hizo estremecer, gastar sus
colmillos era desagradable y doloroso, dejaba sus dientes sensibles,
pero sus padres aseguraban que era absolutamente necesario para ellos
que habían elegido vivir entre humanos, aquel pensamiento la llevo a
comprobar por milésima vez sólo esa tarde, los tres pequeños
frascos nacarados que tenía allí, eran sólo tres días de sol,
nunca había tenido tan pocos días de reserva y eso le preocupaba,
sus padre le aseguraron que pronto habría más, que el poderoso
elixir debía ser traído de muy lejos y que la carga estaba
retrasada, pero había algo en lo profundo de las pupilas castañas
de su padre que le decía que mentía.
Sacudió sus manos frente a su rostro
como si con ello pudiese espantar las preocupaciones, necesitaba
ocuparse en cosas más alegres, sea lo que sea que sucediese su padre
lo resolvería. Recupero su sonrisa a tiempo de divisar sobre una
silla un bufón con cuerpo de paño y cabeza de porcelana pintada a
mano.
- ¿Qué dijo caballero? ¿Desea que le
conceda esta pieza? – interrogó al inanimado muñeco pero cuando
extendió su mano para tomarlo de pronto sintió su palma hacer
contacto con otra piel, ante sus sorprendidos ojos se materializo un
apuesto joven.
- Será un placer – dijo antes de
inclinarse y besar sus nudillos, el corazón le dio un vuelco a la
joven que no llegaba ni a los hombros del caballero ataviado
impecablemente a la moda con una levita que se ceñía a su juvenil y
atlético cuerpo.
Ileana quizás debería haber gritado y
correr tan lejos como pudiera, eso sin duda hubiese sido lo más
prudente, pero cuando aquel misterioso caballero le sonrío, lucía
tan cándido y encantador que no pudo pensar en otra cosa que aceptar
su invitación a danzar. Se movieron al centro de la habitación y el
coloco una de sus manos en torno a su cintura haciendo que se
ruborizara, lo que sonaba ya no era un minué sino un vals apenas se
daba cuenta de ello. Esbozo una torpe sonrisa y la diversión brillo
en las claras pupilas ajenas.
Empezaron a deslizarse de un lado a
otro y aunque ella le dio más de un pisotón su compañero no
pareció notarlo para su alivio, quizás no tenía los pies de plomo
que su instructor aseguraba.
Cuando Volac llego a aquel sitio, la
casa de uno de sus “ex” protegidos se sintió lo bastante
indignado al ver aquella ostentación descarada de riqueza cuando
todo aquello fue un regalo suyo, de su guía, de sus consejos y la
concienzuda eliminación de todos los obstáculos que se interponían
en el camino de aquel bastardo vampiro que no era más que un roñoso
chiquillo cuando lo saco de las pestilentes cloacas y lo cubrió de
riquezas.
No obstante, con todo y lo que había
hecho, aquel insensato se creyó capaz de prescindir de él, años de
planeación fueron mandados por el drenaje cuando el torpe colmillos
limados cambio el rumbo de las negociaciones, todo por una absurda
ambición, los beneficios económicos eran buenos, pero jamás fueron
el propósito real de sus maquinaciones, Doru en cambio hizo oídos
sordos a sus indicaciones para aumentar sus riquezas, eso lo molesto
hasta lo indecible, siendo un presidente de Hell-X el demonio no
toleraba la insubordinación, tampoco podía permitirla o dejar de
castigarla, por insignificante que fuese el desaire.
Su plan inicial era destartalar aquel
frágil castillo de naipes, lo hubiese hecho perder toda su fortuna,
sus propiedades, su bella esposa y hasta su perro, pero de pronto una
venganza más dulce se gesto en su mente cuando la alegre risa de la
bella niña, porque eso era, una niña que no debía tener más de
trece primaveras, lo invito a observarla a través de su ventana.
Ileana aún no poseía los atributos
adecuados para despertar en el apetitos carnales, pero no era ciego a
la promesa de belleza que contenían sus rasgos, cuando la madurez le
diese curvas, pocos serían los hombres que pudiesen sacarla de sus
fantasías más sucias, si lo meditaba era incluso una justa
compensación a sus esfuerzos, el tesoro más preciado de Doru como
pago por toda su invaluable ayuda.
El cuerpo de la chica se iba relajando
cada vez más mientras bailaban, sus pasos eran más torpes, se movía
arrastrando los pies mientras sus parpados insistían en cerrarse,
aunque lucho por seguir despierta en algún momento la obscuridad la
reclamo.
Durante dos días completos permaneció
sumida en un profundo sueño, al despertar lo primero que noto fue la
roca fría bajo su cuerpo, estaba obscuro pero no fue un problema ya
que sus ojos de vampiro penetraban con facilidad la tiniebla, fue así
como descubrió que se hallaba en una pequeña celda carente de
muebles o cualquier otra cosa. Desesperada corrió a la puerta y la
golpeo con sus puños mientras pedía a gritos que la liberarán,
pero nadie vino, siquiera para explicarle el motivo de su encierro.
Horas más tarde estaba demasiado
agotada, los días que había dormido no recibió ninguna dosis de
sangre y siendo tan joven necesitaba alimentarse con regularidad, sin
sangre no aguantaría mucho allí abajo. Sollozando hecha un ovillo
en un rincón, la joven se preguntaba que podría haber ocurrido,
recordaba el baile, estar en su habitación y entonces haber soñado
con un joven pero nada más. El hambre no le dejaba pensar con
claridad, desde su nacimiento sus padres no le habían hecho faltar
ni por unas horas el alimento, tener el estomago vacio era una
novedad nada grata y horrible que le hizo preguntarse si quien sea
que la hubiese traído allí pensaba dejar que muriera de inanición.
Pero no fue así, finalmente alguien
vino, alguien que ignoro sus renovadas suplicas pero le hizo pasar en
una abollada taza de lata, una espesa y obscura sangre que al probar
era tan acida y horrible que le hizo lagrimear los ojos, enfadada e
histérica arrojo la taza contra la pared que quedo salpicada con su
contenido.
El tercer día la rutina se repitió,
pero esta vez su hambre era tanta que soporto el horrible sabor y
bebió aquella sangre hasta la última gota, cada día recibió una
dosis similar, siempre que se alimentaba sentía nauseas y el sabor
se le pegaba a la boca por horas, pero mantenía la esperarse de
volver pronto a casa, lavarse, ponerse un bonito vestido de brillante
color, hacerse un moño en el cabello y bajar a cenar al comedor
donde estarían su padre y su madre, tan hermosos y perfectos,
saboreando con cuidado la sangre de algún joven humano mientras
conversaban despreocupadamente de los muchos eventos sociales a los
que estaban comprometidos.
Esa feliz fantasía se fue desdibujando
a lo largo de los meses, mientras más tiempo pasaba en reclusión
más irreal parecía todo su pasado, ella ya no lloraba ni suplicaba,
entendió que era inútil, a nadie le importaban sus lagrimas ni sus
ruegos.
Cinco años más transcurrieron, Volac
que era un ocupado gobernante de sus tierras se había olvidado casi
al primer día de traerla, de la joven Ileana, sus sirvientes se
ocupaban de ella por inercia, movidos por las instrucciones que dio
la noche en que la deposito en la lúgubre celda. Pero mientras
cenaba tranquilamente noto como uno se revolvía las manos y lo
miraba fijamente, aquel comportamiento lo molesto y le descompuso por
completo el apetito, estiro bruscamente una copa repleta de vino y
bebió de esta para hacer pasar el alimento que de pronto se volvió
inapetecible.
- Quieres decirme algo insecto inútil…
habla de una vez antes de que consigas estropear del todo mi humor –
exigió usándolo de diana para su copa ya vacía, acertando la
cabeza del sirviente lo que le saco un sonrisa y restableció parte
de su humor.
- Mi señor Volac – dijo haciendo una
reverencia tal que se arrodillo incluso y su cabeza toco la baldosa,
el presidente no toleraba menos de demonios tan inferiores a él, los
únicos que podían dirigirle la palabra cara a cara eran los
informantes y los otros presidentes – por cinco años me he ocupado
de la prisionera mi señor, era una niña cuando llego y ahora es una
mujer, mi señor no ha deseado saber de ella en todos estos años, y
me pregunto, humildemente, si mi amo me permitiría conservarla para
mi mismo, mi propia sangre la ha alimentado, pero no ha bebido de la
vena aún, deseo su permiso para hacer que tome de mi y se detenga
finalmente su envejecimiento.
Se hizo el silencio en toda la sala,
Volac observaba impasible a su encorvado sirviente quien no había
dejado la posición asumida al no tener su permiso para hacerlo,
parecía estar meditando la petición, pero en realidad trataba de
recordar de que le estaba hablando aquella inútil criatura.
Le tomó unos minutos, pero al final la
risa suave tintineo en sus tímpanos y recordó el vuelo de un
vestido lavanda ondeando alrededor de la figura menuda de su dueña.
Se levanto bruscamente haciendo las patas de la mesa dejar un feo
rayón sobre su impecable piso y las copas y otras cosa volcarse
sobre esta, inmediatamente se dirigió a los calabozos quedando toda
la servidumbre congelada en la sala a espera de su permiso para
abandonar sus posiciones y volver a sus quehaceres.
Pudo observarla a través de la
abertura en la puerta, estaba acurrucada en un rincón contra la
pared, de su vestido sólo quedaban sucios harapos que poco o nada
cubrían la femenina figura que había adquirido, dando un vistazo
apreciativo a las tentadoras piernas de la muchacha pudo entender de
donde su sirviente obtuvo el valor para hacerle una petición tan
osada.
Abrió la celda y entro lentamente, no
quería asustarla más de lo necesario, ante el sonido ella alzo su
rostro, pero la luz que entraba a la celda la cegó e hizo que se
cubriese la cara con las manos, aun así el breve instante en que
vislumbro sus facciones le sirvió al demonio para saber que no se
equivoco en su apreciación, Ileana se había vuelto hermosa, incluso
sucia y mal alimentada era capaz de quitarle el aliento a un hombre.
- Tranquila bebe, el príncipe Volac ha
venido a sacarte de tu encierro – anunció presuntuosamente
mientras se aproximaba a la chica.
El presidente estaba acostumbrado a ser
venerado y obedecido, ni las bestias se animaban a actuar en su
contra, por eso quizás no pudo prever el momento en que la chica
dejo de estar acurrucada y salto sobre el mordiendo salvajemente su
rostro. Cayo al suelo más sorprendido que realmente lastimado, pero
Ileana no se quedo quieta a observar los estragos, escapo a través
de la puerta que por años la mantuvo confinada.
- ¡ILEANAAA! – grito Volac
apresurándose a tratar de seguirla, pero sólo alcanzo a ver como la
joven desaparecía en la espesura que rodeaba su castillo.
Desde entonces Volac busca a la hermosa
fugitiva, aun cuando nadie cree que una vampiresa pudiese sobrevivir
sola a las bestias que deambulan por los bosques de Hell-X, el
demonio está decidido a recuperar aquello que considera suyo y a
castigar a quien lo ha privado de ello, la propia Ileana que le hizo
sentir sus colmillos de un modo nada placentero, domaría a la
pequeña fiera, entonces ella estaría a sus pies y el orden de cómo
debían ser las cosas estaría reparado.
-----------------Ileana y Volac-------Aclaración------------
Es una historia elaborada por Andruw, usuaria de Leviathan y administradora de Beyond Hell.
Volac es un personaje Canon que aún no ha sido tomado, aunque es un Príncipe (Presidente Infernal) que podría ser apetitoso.
La imagen representativa de Volac es Leonardo Di Caprio en los inicios de su carrera.
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-BeyondHellRPG-
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