Cuando la montaña ruge,
el dragón escupe pétalos de cerezo.
Lejos de la luz de los farolillos rojos
de la entrada, tras la puerta principal de la vivienda y adentrándose
uno por el corredor de aquella gran mansión, se podían escuchar las
palabras de un hombre próximo a su lecho de muerte. Las luciérnagas
revoloteaban cerca del estanque de carpas, mientras los nenúfares se
movían sutilmente por las corrientes que los animales realizaban en
las aguas. El leve murmullo de sus palabras sobrecogía a la propia
naturaleza, la cual se estremecía al saber que pronto él se
reuniría con ellos.
-Recuerdan los viejos libros terrestres
a las grandes criaturas que resguardaron princesas, ofrecían cobijo
a los grandes tesoros y se mostraban fieros guerreros escupiendo
fuego entre sus labios de reptil.-hizo un inciso intentando recordar
las palabras exactas que mil veces había reproducido, tomó aire
moviendo sus manos arrugadas y llenas de pecas por la edad.-Aquellos
enormes colosos, hijos de un mundo de fantasía, lloraban y reían en
oscuros dominios y verdes prados, lagos inmensos con carpas que se
agitaban cerca de sus gruesas escamas. La melodía de un laúd junto
a los versos de un guardes con ropas descosidas, un hombre entre la
demencia y la elocuencia, se difuminaba en el ambiente mientras las
leyendas se anclaban en el corazón de aquel niño, el cual conocía
de primera mano.
-Padre he escuchado incansablemente
esta historia como cien veces en los últimos cincuenta años.-dijo
un muchacho de aspecto frágil, piel de mármol y ojos grandes tan
oscuros como una aceituna. Sus cabellos negros, suaves y lacios caían
sobre sus hombros hasta rozar su cintura con gracia.
-Deja que la cuente una vez más, toma
papel y lápiz. Es necesario que conozcas la verdad, que comprendas
porque es tan importante tu trabajo. D, debes ser paciente pues esta
vez habrá algo que revelaré.-tomó las manos de su hijo entre sus
manos llevándolas a su pecho, su rostro cada vez estaba más cansado
al igual que su corazón.
Su hijo se incorporó para marchar
hacia un mueble cercano, tomando una libreta y un plumón. Regresó
acomodando sus cabellos hacia un lado de su cuerpo mientras lo
contemplaba compasivo y lleno de temor, pronto estaría solo y
tendría que caminar por el mundo sin los consejos de su anciano
padre.
-Yo era sólo un niño que corría por
los campos de arroz del sur de China.-dijo mirándolo con los labios
entreabiertos comprobando que su hijo tomaba nota.-Las canciones
hablaban de dragones llenos de piedad, hombres que robaban sus
escamas para pociones milagrosas y grandes reyes que concedían a
estas criaturas el vivir en sus campos a cambio de tener frutos más
jugosos.-comentó estirando sus manos hacia su hijo, tomándolo del
rostro.-Los duraznos, jamás he vuelto a probar duraznos tan jugosos
como los que cultivaba mi padre.-su hijo esbozó una melancólica
sonrisa antes de besar sus manos.-Los campos que él cultivaban ahora
son asfalto y el paraíso terrestre quedó reducido a cenizas,
hormigón y largas chimeneas hacia el cielo que contaminaban el
aire.-llevó sus manos hacia su propio pecho.-Los Oráculos, nuestros
hermanos por lazos de afecto, han muerto.
La expresión del joven se llenó de
sorpresa y pavor. Los Oráculos eran grandes hombres de Marte, seres
que habían viajado por cientos de mundos y conocido la verdad del
Universo. Hombres y mujeres bondadosos con una integridad implacable,
su honor y orgullo era similar al de su pueblo y en ocasiones habían
cerrado lazos con matrimonios de conveniencia o por amor.
-¿Muerto?-las lágrimas del muchacho
eran ciertas, años atrás había conocido a una mujer Oráculo de la
cual se prendó, pero ella no era para él pues la habían coronado
princesa y tuvo que conformarse con seguir el matrimonio que su padre
había cerrado con un vecino.
-Todos han muerto, salvo los Diez
Grandes. Ellos han sobrevivido a una masacre sin precedentes. Se
avecinan tiempos oscuros para la Tierra, aún más oscuros que
aquellos que yo he vivido, que tu abuelo tuvo que soportar y que
nuestros antepasados saborearon con desánimo y dolor.-lo miró
fijamente sonriendo con amargura.-Nuestra estirpe es una de las más
antiguas, evita que esta termine contigo. Realmente nosotros podemos
salvar... podemos salvar... el... podemos salvar...
-¿Qué podemos salvar? ¿Nuestro
planeta? ¿De quién? Padre.-dejó las manos sobre las manos de su
padre, las cuales se deslizaron de su pecho mientras su corazón se
paraba.-¡Padre!
Los Gensou son una de las familias más
importantes en Venus, hijos de grandes hechiceros, descendientes de
los dragones más fieros, sinceros y leales. Dieron su sangre por
salvar mundos que jamás agradecieron su destreza. Aquella noche,
Gensou Daisuke, decidió que su estirpe sobreviviría y lucharía en
silencio contra los demonios que envenenaban los Planetas hermanos y
colaboraban con la muerte de hombres que fueron venerados como
dioses.
_______________________________Gensou_______________________________
Aclaración:
Esta historia ha sido elaborada por Caim, Administrador de Beyond Hell, elaborando una escena donde los antepasados de Gensou Daichi, personaje Canon y guía espiritual de la Senda de las Estrellas o Estelar, conversan sobre el destino de Los Oráculos y deja leves pinceladas sobre el poder real de los dragones, la raza originaria de Venus que una vez estuvo en la Tierra conviviendo con los humanos.
Uno de los más grandes misterios es básico para saber desarrollar la trama si eres hechicero o visitante de Venus.
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