martes, 7 de agosto de 2012

Gensou





Cuando la montaña ruge,
el dragón escupe pétalos de cerezo.


Lejos de la luz de los farolillos rojos de la entrada, tras la puerta principal de la vivienda y adentrándose uno por el corredor de aquella gran mansión, se podían escuchar las palabras de un hombre próximo a su lecho de muerte. Las luciérnagas revoloteaban cerca del estanque de carpas, mientras los nenúfares se movían sutilmente por las corrientes que los animales realizaban en las aguas. El leve murmullo de sus palabras sobrecogía a la propia naturaleza, la cual se estremecía al saber que pronto él se reuniría con ellos.


-Recuerdan los viejos libros terrestres a las grandes criaturas que resguardaron princesas, ofrecían cobijo a los grandes tesoros y se mostraban fieros guerreros escupiendo fuego entre sus labios de reptil.-hizo un inciso intentando recordar las palabras exactas que mil veces había reproducido, tomó aire moviendo sus manos arrugadas y llenas de pecas por la edad.-Aquellos enormes colosos, hijos de un mundo de fantasía, lloraban y reían en oscuros dominios y verdes prados, lagos inmensos con carpas que se agitaban cerca de sus gruesas escamas. La melodía de un laúd junto a los versos de un guardes con ropas descosidas, un hombre entre la demencia y la elocuencia, se difuminaba en el ambiente mientras las leyendas se anclaban en el corazón de aquel niño, el cual conocía de primera mano.

-Padre he escuchado incansablemente esta historia como cien veces en los últimos cincuenta años.-dijo un muchacho de aspecto frágil, piel de mármol y ojos grandes tan oscuros como una aceituna. Sus cabellos negros, suaves y lacios caían sobre sus hombros hasta rozar su cintura con gracia.

-Deja que la cuente una vez más, toma papel y lápiz. Es necesario que conozcas la verdad, que comprendas porque es tan importante tu trabajo. D, debes ser paciente pues esta vez habrá algo que revelaré.-tomó las manos de su hijo entre sus manos llevándolas a su pecho, su rostro cada vez estaba más cansado al igual que su corazón.

Su hijo se incorporó para marchar hacia un mueble cercano, tomando una libreta y un plumón. Regresó acomodando sus cabellos hacia un lado de su cuerpo mientras lo contemplaba compasivo y lleno de temor, pronto estaría solo y tendría que caminar por el mundo sin los consejos de su anciano padre.

-Yo era sólo un niño que corría por los campos de arroz del sur de China.-dijo mirándolo con los labios entreabiertos comprobando que su hijo tomaba nota.-Las canciones hablaban de dragones llenos de piedad, hombres que robaban sus escamas para pociones milagrosas y grandes reyes que concedían a estas criaturas el vivir en sus campos a cambio de tener frutos más jugosos.-comentó estirando sus manos hacia su hijo, tomándolo del rostro.-Los duraznos, jamás he vuelto a probar duraznos tan jugosos como los que cultivaba mi padre.-su hijo esbozó una melancólica sonrisa antes de besar sus manos.-Los campos que él cultivaban ahora son asfalto y el paraíso terrestre quedó reducido a cenizas, hormigón y largas chimeneas hacia el cielo que contaminaban el aire.-llevó sus manos hacia su propio pecho.-Los Oráculos, nuestros hermanos por lazos de afecto, han muerto.

La expresión del joven se llenó de sorpresa y pavor. Los Oráculos eran grandes hombres de Marte, seres que habían viajado por cientos de mundos y conocido la verdad del Universo. Hombres y mujeres bondadosos con una integridad implacable, su honor y orgullo era similar al de su pueblo y en ocasiones habían cerrado lazos con matrimonios de conveniencia o por amor.

-¿Muerto?-las lágrimas del muchacho eran ciertas, años atrás había conocido a una mujer Oráculo de la cual se prendó, pero ella no era para él pues la habían coronado princesa y tuvo que conformarse con seguir el matrimonio que su padre había cerrado con un vecino.

-Todos han muerto, salvo los Diez Grandes. Ellos han sobrevivido a una masacre sin precedentes. Se avecinan tiempos oscuros para la Tierra, aún más oscuros que aquellos que yo he vivido, que tu abuelo tuvo que soportar y que nuestros antepasados saborearon con desánimo y dolor.-lo miró fijamente sonriendo con amargura.-Nuestra estirpe es una de las más antiguas, evita que esta termine contigo. Realmente nosotros podemos salvar... podemos salvar... el... podemos salvar...

-¿Qué podemos salvar? ¿Nuestro planeta? ¿De quién? Padre.-dejó las manos sobre las manos de su padre, las cuales se deslizaron de su pecho mientras su corazón se paraba.-¡Padre!

Los Gensou son una de las familias más importantes en Venus, hijos de grandes hechiceros, descendientes de los dragones más fieros, sinceros y leales. Dieron su sangre por salvar mundos que jamás agradecieron su destreza. Aquella noche, Gensou Daisuke, decidió que su estirpe sobreviviría y lucharía en silencio contra los demonios que envenenaban los Planetas hermanos y colaboraban con la muerte de hombres que fueron venerados como dioses.  

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Aclaración:


Esta historia ha sido elaborada por Caim, Administrador de Beyond Hell, elaborando una escena donde los antepasados de Gensou Daichi, personaje Canon y guía espiritual de la Senda de las Estrellas o Estelar, conversan sobre el destino de Los Oráculos y deja leves pinceladas sobre el poder real de los dragones, la raza originaria de Venus que una vez estuvo en la Tierra conviviendo con los humanos. 

Uno de los más grandes misterios es básico para saber desarrollar la trama si eres hechicero o visitante de Venus.

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