sábado, 1 de septiembre de 2012

Tourture





A medianoche es cuando salía a cazar, en Altair todos besaban el suelo por donde pasaba. Miles de halagos de gente que temía a una de las hijas de Caim, yo, Hella.

Era mi cumpleaños, quería hacerme un auto-regalo. Necesitaba un sirviente, que me amara, respetara, me fuera fiel… Que estuviera a mi lado para siempre. El Iron Mask era uno de los locales que regentaba Vanian, uno de mis hermanos no guerreros.

Nada más entrar al local un torrente de música inundó mis oídos, haciendo que cerrara los ojos con una sonrisa dibujándose en mis labios. Pronto pude sentir a mi presa, un demonio de bajo rango, delgado, cabello castaño tirando a negro y unos labios que daban ganas de morderlos, ojos verde oscuro, no era de la familia.

Camine hacia él, mis ojos comenzaron a brillar ante la idea de hacerlo mío durante toda la noche. Él se había fijado en mí, podría saber quien era yo, irse antes de que todo ocurriera, pero no lo hizo. Solo sonrió caminando la distancia que quedaba entre nuestros cuerpos. Ah, aquellos labios suyos pronto besaron los míos, nuestros cuerpos se juntaron como si fuera uno. Corrientes eléctricas recorrían mi cuerpo, era el ideal para ser uno de mis juguetes.

Me separé lo justo de sus labios para dedicarle un jadeo de deseo, luego una sonrisa. Pocas palabras salieron de mi boca, por no decir ninguna. Atrapada aun en su cuerpo lo llevé hasta aquella habitación especial para mí.

Al entrar seguimos con los besos de desesperación mientras mis manos se movían por su cuerpo despojándole de la ropa, dejándola caer al suelo. Él se quito las botas antes de que pudiera siquiera bajarle el pantalón y la ropa interior. Di un paso hacia atrás y de un tirón lo saque del montón de ropa para volver a besar aquellos labios suyos, empujando su cuerpo hacia mi querida mesa de torturas. Hora de comenzar el juego.

Se sentó en la fría mesa de metal y luego lo tumbe, amarré sus muñecas y tobillos. Estaba listo para la tortura psicológica.

Siete intensos días de tortura, sin salir de la habitación, alimentándome de su sangre. La habitación olía a sangre, su cuerpo estaba herido solo lo justo, pues me gustaba tanto que había evitado por todos los medios no dejarle mucha marca. Ni siquiera habíamos tenido sexo. Pero ya estaba listo para eso a estas alturas de la tortura.

- Bien mi amor… Vas a serme fiel, me amarás solo a mí. Me respetarás, harás todo lo que yo te diga, me seguirás allá donde vaya si te digo que vengas conmigo. Y me alegro muchísimo que hayas sobrevivido a la tortura. Pocos demonios de bajo rango llegan hasta el cuarto día antes de morir. Sabía que eras el perfecto para servirme.

Mientras hablaba iba de arriba a bajo al lado de la mesa, se escuchaban sus jadeos desesperados, tanto por la tortura como para lo que deseaba. Me deseaba. Todo su cuerpo gritaba por montarme pese a las heridas que tenía en su cuerpo, su miembro estaba erecto, toda esa semana le había torturado estando desnuda. Mis ojos regresaron a su rostro y sonreí esperando las palabras para que el pacto concluyera y pudiera soltarle.

- Oh, ama Hella… estoy listo para servirla en todo lo que guste. – varios jadeos se escaparon de su boca, sus ojos estaban fijos en los míos.

Sonreí de lado mostrando uno de mis colmillos, lo desaté y cuando se mantuvo de pie de un empujón lo tiré a la cama. Me alegraba que aun tuviera fuerzas para moverse. Lamí mis labios de pura lujuria cuando se tumbó sobre su espalda dejándome ver aquel mástil duro, le había prohibido que se corriera, cuando lo hizo la segunda noche estuve por destrozarle, pero aprendió.

Gemí cerrando los ojos, trepé por la cama y me senté encima de su erección, pronto entro. Le mire con furia cuando gimió cerrando los ojos.

- Córrete pronto y regresas a la mesa de tortura. – le advertí retorciendo su pezón derecho.

Cuando note que hacía un esfuerzo épico sonreí como la puta perversa que era y comencé a mover mi cadera, mis manos arañaban su pecho, cabalgando con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás. Aquella sesión de sexo duró tres días y tres noches. Al quedar satisfecha me baje de su cuerpo tumbándome en la cama con una sonrisa de satisfacción, ni siquiera sabía su nombre, ni me importaba. Aquel chico era mi primer sirviente, y lo quería como tal, sabía que pese a todas las torturas me amaba. Eso en el mundo humano tal vez se llamara el síndrome de Estocolmo, ¿que mierda me importaba? Me serviría a mi y punto.

- Te llamarás Silver.

Fue todo lo que dije antes de quedar dormida.
Desde aquel entonces han pasado ya setecientos años, me sigue siendo fiel, tengo otros tres sirvientes… Y me ama.


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Este relato pertenece a Hella, moderadora del foro Beyond Hell, y es un hecho que no ha sucedido dentro del Rol. Los personajes secundarios que se encuentran en este relato no están inscritos, aunque ella los lleva como personajes en sus respuestas y habitual relación con otros personajes.

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